La compensación monetaria que recibieron algunos provoca peleas tan amargas que terminaron rompiendo a varias familias
Por Annie Correal
Nueva York
Hacía cinco años que su papá había muerto en el Vuelo 587 cuando Patrisel y Josel LaFontaine enfrentaron otra tragedia: Su mamá Patria se sometió a una cirugía plástica en Santo Domingo, algo salió mal y quedó en coma. Un año más tarde, la llevaron al cementerio.
Patrisel tenía 12 años y Josel 9 cuando quedaron totalmente huérfanos. Hoy recuerdan que, en ese momento, muchos familiares se ofrecieron para darles amparo, pero no todos tenían buenas intenciones. Lo que buscaban era tener acceso al dinero que habían recibido como compensación por la tragedia del 587.
Josel y Patrisel LaFontaine dicen que
algunos de sus familiares no tenían buenas
intenciones.
Annie Correal/EDLP
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El Vuelo 587 despegó del aeropuerto JFK en Nueva York hacia la República Dominicana el 12 de noviembre de 2001 cuando a los pocos minutos se estrelló en Belle Harbor, Queens. Fallecieron las 260 personas que iban abordo -en su mayoría dominicanos- y otras cinco personas en tierra, por lo que es considerado el segundo entre los peores desastres aéreos en los Estados Unidos.
Para los LaFontaine, al igual que otras decenas de familias, la tragedia del Vuelo 587 significó la pérdida de uno o más de sus seres queridos. Y a ese dolor se sumó la batalla campal entre algunos de los sobrevivientes cuando llegó la hora de recibir el dinero que pagaron American Airlines y la compañía Airbus Industry.
Bajo la ley que se aplicó a todos los pasajeros del 587 -Ley del Derecho Marítimo- , el monto de la compensación que recibirían sus cónyuges e hijos fue determinado tomando como base los ingresos que tenía la víctima antes de fallecer y cuántos eran sus dependientes.
Si la persona no estaba casada y no tenía descendientes, entonces la compensación le correspondía a los padres. En otras palabras, hermanos, novias, novios, íntimos amigos u otros familiares no tenían derecho a recibir ni "un cuarto", lo que en grandes familias dominicanas provocó tensiones.
"Las compensaciones crearon un montón de problemas", confirma Belkis Lora, quien ofreció asistencia a gran cantidad de familiares de víctimas y hoy día preside el Comité en Memoria del Vuelo 587. "En vez de unirse más después de la tragedia, muchas familias se dividieron".
Varios abogados consultados por EDLP no revelaron cuánto dinero en promedio recibieron las familias, pero Lora, que conoce cerca de 200 familiares de las víctimas, asegura que la compensación rondó el $1 millón, "hasta donde yo sé, fue balanceado".
En el Vuelo 587 falleció José Francisco, el único hermano de Lora, por lo que desde ese momento ella ha dedicado su tiempo libre a ayudar a las familias que perdieron a alguien en esa tragedia, especialmente a los más pobres y que no hablan inglés tanto en Nueva York como en la República Dominicana.
Lora y otras fuentes en la comunidad dominicana residente en Nueva York, recuerdan que hubo cerca de 20 casos en los cuales la compensación causó una ruptura en las relaciones familiares. El problema más común eran las familias extendidas - especialmente los hermanos - y también quienes luchaban por dinero que no les tocaba, como fue el caso de los LaFontaine.
Las relaciones románticas fueron otro foco de pleitos. Está el caso de un pasajero que había estado separado de su esposa durante muchos años y cuando se estrelló el avión ya hacía un tiempo que él vivía con su nueva compañera. A la hora de entregar la compensación, a quien le tocó fue a la esposa, porque legalmente seguían casados. En otro caso, el dinero le fue otorgado a una esposa que se había casado con la víctima por "la green card" y aunque la familia del fallecido lo impugnó, no tuvieron éxito.
Hubo dificultades también con los hijos de las víctimas, porque algunos vivían con sus distintos padres/madres y se armaba la pelea a la hora de reclamar las compensaciones. En otra situación, una de las víctimas de la tragedia había criado al hijo de su esposa. Pero, como legamente no era su hijo, al niño no le tocó ni un peso.
El drama de los LaFontaine
Lo que tal vez pocos saben es que mientras esperaban por los acuerdos sobre la compensación, fueron muchas las familias que tuvieron que combatir la pobreza. Luego de que José LaFontaine falleciera en el Vuelo 587, la viuda del productor musical, Patria, tuvo que depender de cupones de alimentos y del bienestar social para sacar adelante a sus hijos. No fue hasta el 2004 que su abogado alcanzó un acuerdo con American Airlines y Airbus por una cantidad que no fue revelada, la cual se dividiría entre la mujer y sus hijos.
Pero cuando Patria sufrió una embolia durante la cirugía plástica y un año después murió, sus hermanos se sintieron con el derecho de tener acceso al dinero que ella había recibido. "Nadie sabía dónde estaban; estaban dispersos en varias cuentas bancarias", recuerda Patrisel. "Al día de hoy, yo no sé cuánto (dinero) exactamente había".
Josel, quien tenía 14 años en ese momento, dice que aun le parece escuchar cómo algunos de sus familiares se peleaban por el dinero que quedaba. "Ellos vinieron (a la casa) y se llevaron frisas, cortinas, ollas, sartenes y hasta decoraciones… Era como (decirnos) ‘Nosotros somos familia, así que nos podemos llevar todo lo que queramos’".
Hoy, los LaFontaine comparten la casa en Parkchester donde fueron criados y en cuyo sótano su papá José grabó algunos álbumes. Patrisel tiene 22 años, estudia a tiempo completo en el John Jay College y también trabaja en un tienda de celulares en Manhattan. Josel acaba de comenzar a estudiar en el Hunter College.
Ambos estudian con la ayuda de la beca que se creó para los hijos de las víctimas del Vuelo 587 y pueden pagar la renta gracias a la compensación que recibieron por la muerte de su padre, dinero que su mamá depositó en un fondo fiduciario. Los dos lamentan que tras la batalla de sus familiares por el dinero se quedaron prácticamente solos.
"Esto fue muy dañino para la familia", reitera Patrisel a lo que Josel añade: "Esa era nuestra familia… No esperábamos que nos hicieran eso".
Hasta nos preguntaron a mi hermano y a mi por los números secretos de las tarjetas’