25/Enero/2012 Washington.- Barack Obama ingresó anoche oficialmente en
la campaña electoral norteamericana, tratando de resaltar el contraste con sus
rivales republicanos, con la propuesta de una economía que atienda
prioritariamente las necesidades de las clases medias y procure una mayor
justicia distributiva.
Obama
dejó claro en el importante discurso anual sobre el estado de la Unión, que
Estados Unidos tiene que elegir entre dos modelos económicos. “Podemos optar
por un país en el que a un grupo reducido de gente le va realmente bien,
mientras a que un número creciente de norteamericanos no les alcance para
llegar. O bien podemos restaurar una economía en la que todos tengan una parte
justa, todos hagan su aportación y todos jueguen bajo las mismas reglas”,
manifestó.
“Lo
que está en juego no son valores demócratas o valores republicanos”, añadió,
tratando de recuperar un papel por encima de la lucha partidista. “Lo que está
en juego son los valores americanos. Esos son los que reclamamos”. Un elemento
central de esos valores, explicó el presidente, es el de la igualdad de
oportunidades, actualmente en peligro. “Es hora de aplicar las mismas reglas
desde arriba hasta abajo”, advirtió. “No más rescates, no más ayudas”, dijo,
para recordar el dinero invertido en el rescate de los bancos. “Un país
construido para perdurar tiene que insistir en la responsabilidad para todos”.
Con
su visión de una economía basada en los valores y enfocada en el bien común a
largo plazo, Obama intentó, al mismo tiempo, llevar templanza al actual y
agitado debate político. No es difícil sonar prudente y constructivo en medio
del clima creado por las primarias del Partido Republicano.
Quizá
sea capaz de obtener la reelección en noviembre únicamente aportando una dosis
de sensatez en la actual escalada del radicalismo conservador.
El
ejemplo último de esa espiral ocurrió el lunes en el debate republicano.
Después de que Mitt Romney confesase que solo ha pagado un 13,9% de impuestos
en los dos últimos años –unos quince puntos menos que la media de los
ciudadanos que viven de su salario-, todos los participantes estuvieron de
acuerdo en que eso es mucho más de lo que pagaría de aplicarse la propuesta de
su rival Newt Gingrich: cero. El contraste entre esas posiciones y los de una
mayoría de la nación que, según una encuesta de la cadena CBS, apoya una tasa
especial para los ingresos superiores al millón de dólares anuales, es abismal.
Y
ese abismo es el que trató de llenar Obama con un mensaje dirigido a una
población que observa su futuro con incertidumbre y desconfía de las soluciones
que los políticos le ofrecen. Obama defiende un impuesto especial para los
ricos, la llamada tasa Buffett en nombre del millonario Warren Buffett, quien
reconoció que paga menos impuestos que su secretaria. Y ha presentado una serie
de ideas para aliviar algunas de las preocupaciones de las clases medias:
ayudas a las hipotecas y nuevos incentivos para la creación de puestos de
trabajo en la pequeña y mediana empresa.
El
propósito de este discurso era el de diseñar las reglas de una economía más
atenta al equilibrio distributivo y más cercana a los ciudadanos. Este discurso
será el eje de la campaña electoral de Obama. Obama tendrá algunas dificultades
para hacer creíble sus palabras de anoche. En primer lugar tendrá que convencer
a sus compatriotas de por qué necesita un segundo mandato si no lo ha
conseguido en el primero. El paro continúa en un inquietante 8,5% y el ritmo de
crecimiento económico es demasiado lento como para que esa cifra cambie
sustancialmente antes de noviembre. Obama ha perdido el favor de los votantes
independientes y, actualmente, su popularidad, de un 46% de promedio, es
inferior a la de la mayoría de otros presidentes cuando aspiraban a la
reelección.
Algunos
datos, sin embargo, le favorecen. Los norteamericanos culpan más al Congreso,
controlado por los republicanos, que a la Casa Blanca por la ineficacia de
Washington ante los problemas nacionales, y la tendencia de la economía, pese a
todo, es hacia la recuperación, no hacia el empeoramiento. Los peores momentos
de angustia podrían haber pasado cuando los norteamericanos tengan que acudir a
las urnas.
El
mejor dato a favor de Obama es, no obstante, el estado de la carrera electoral
republicana. Es muy difícil pensar hoy cómo un candidato como Newt Gingrich
puede conquistar el voto independiente, tradicionalmente moderado y centrista.
Y tampoco es fácil como Mitt Romney, a quien los datos de su biografía van
perfilando como un elitista alejado de la América real, va a conseguir la
victoria en estados industriales y obreros como Ohio, Pensilvania, New Jersey o
Michigan que son determinantes para llegar a la presidencia.
Pese
a todo, Obama no debería confiar únicamente en que una sabia combinación de
populismo y sensatez le dé la victoria. No se gana la presidencia de Estados
Unidos desde la prudencia. Este país piensa en grande y a su electorado le
gusta elegir entre grandes proyectos. Probablemente, el republicano, con todas
sus limitaciones, lo va a ser. Y Obama defendió anoche ante los norteamericanos
que el suyo también. “Quiero trazar las líneas de un economía que dure, una
economía que reconstruye nuestro poder manufacturero, una energía
norteamericana y una alta formación para nuestros trabajadores”.
A
partir de hoy, Obama emprende una gira por cinco estados que serán escenarios
de la batalla electoral. Al margen de las obligaciones de la política exterior,
poco más va a gobernar a partir de ahora.
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