15/Marzo/2012
Antonio Caño/El País
Washington._ La estrategia de Barack Obama en Afganistán se derrumba tras dos anuncios que afectan a
su línea medular: la
decisión de los talibanes de suspender las negociaciones con Estados Unidos y la petición del presidente Hamid Karzai de que las tropas
extranjeras se replieguen a sus bases a final de este año. Ambas medidas, que
se producen cuatro después de la
matanza de 16 civiles afganos a manos de un
soldado norteamericano, reducen extraordinariamente la posibilidad de un final
ordenado de la guerra y acrecientan el peligro de más violencia y caos.
“El Emirato Islámico ha decidido
suspender todas las conversaciones con los norteamericanos que tenían lugar en
Catar hasta que los norteamericanos clarifiquen su posición en los asuntos a
tratar y hasta que demuestren buen voluntad para cumplir con sus promesas en
lugar de perder el tiempo”, afirma un comunicado de la organización talibán
emitido a través de Internet y en el que califica la actitud sostenida hasta
ahora por los negociadores de EE UU de “vacilante, errática y vaga”.
La negociación con los talibanes
era el punto central de los planes trazados por la Casa Blanca para poner fin
al conflicto en un contexto de transición política, y no de derrota militar o
guerra civil. Iniciada de forma tentativa hace más de un año en Alemania, había
avanzado hasta el punto de que los talibanes abrieron hace pocos meses una oficina permanente en Catar y comenzó a estudiarse la liberación de cinco presos
de Guantánamo a cambio de un occidental que está en poder de los radicales
islámicos.
El diálogo, no obstante, parece
estancado desde el mes de enero, la última vez que el emisario norteamericano
para Afganistán y Pakistán, Marc Grossman, el máximo representante de EE UU en
ese proceso, viajó a Catar. La Administración, según relata el diario The
New York Times, se ha encontrado con una fuerte resistencia en el Congreso,
en ambos partidos, para poner en libertad a los presos en la base de Cuba.
Pese a todo, el Gobierno seguía
trabajando para mantener las conversaciones y estaba procurando la mediación de
Arabia Saudí, cuyo régimen posee una gran autoridad entre la mayoría islámica
suní, a la que pertenecen los talibanes. Esta súbita ruptura, que ha
desconcertado por completo a Washington, puede estar vinculada también a las
sospechas alimentadas a raíz de la matanza en Kandahar de que la OTAN podría
acelerar la retirada de Afganistán. A punto de entrar en el periodo del año en
el que el clima permite incrementar los combates, los talibanes parecen
tentados de agudizar la ofensiva militar para mejorar sus posiciones en ese
frente.
Las dudas surgidas en los últimos
días en EE UU y la OTAN sobre la marcha de este conflicto han sido aprovechadas
también por Karzai para tratar de consolidar su posición política en su propio
país. El presidente afgano ha pedido que las tropas extranjeras “dejen de
patrullar las ciudades y las zona rurales y permanezcan en sus bases”, según se
anunció en un comunicado emitido después de la reunión que sostuvo el miércoles
en Kabul con el secretario de Defensa
norteamericano, Leon Panetta.